lunes, 17 de octubre de 2011

Rosas Violáceas





Las canciones disparan su furia,
y me revelan ese reflejo cruel y tan mío,
usurpan mi soledad y me hunden en el saber
que ya no dispongo de nada.

El anhelo se cuela entre dedos como arena,
el cuerpo ruega por sentir otra vez,
pero la diadema de plata no llega a mi frente,
mientras una tenue lluvia acompaña al sonido
de baldozas y paredes muertas.
La quietud reinante, es imperdonable.

Atisbos de felicidad llegan a mis venas,
se van perdiendo entre pabellones de arterias,
aún así ese recuerdo quejumbroso
llega al vacío corazón, ya partido,
y lo rojo se torna violáceo
en un mar de desencuentros.

Inexplicable este dolor.

Mientras el pérfido abandono no para de azotar
a esta criatura desnuda quien no dice ni a,
el maldito rechazo entierra esa espada negra
en el pecho del vigía quien grita desaforado...

Tan solo las mosquitas de la humedad
son testigo del blandengue estado,
mientras me vuelco vigoroso
a mi don más acérrimo,
queriendo ser el mejor,
aunque de por sí
hoy me encuentre
en el peor
de mis estados.

Saludo a un alma
queriendo encontrar una dulce mano,
pero tan sólo es un saludo.

Ahora es hora
de saldar deudas
en este infierno.

Sigan pegando,
desvirtudes de un jocoso quebrar,
tan solo falta
otro penitente millar de décadas..

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