
Las gacelas y las gaviotas
rinden tributo majestuoso
al vivir y al cantar
que son tus ojos.
En costas no paran de romper
contra rocas eternas,
esas olas jugando a cual salpica mas alto,
jugando a cual llega primero
a la altura de tus cualidades.
De alguna manera el día y también la noche
encierran esa belleza contenida,
guardada, encriptada,
lo sé en tus maneras y en tus dormires.
Aún así olvido todo eso, me vuelvo ciego
y no paro de azotar este látigo podrido
contra tu espalda delicada y mancillada.
Tan sólo daño,
ya no sé amar, tan sólo
equivocarme.
Muerto.
No paro de sentirme
un animal, un monstruo.
No encuentro perdón,
no lo hay ni en cielos magníficos y callados,
mas aún asi, tendré que pedírtelo,
aunque en acto de venganza
por fin mi corazón añejado
se carcoma por siempre..
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