jueves, 10 de noviembre de 2011

Lobo Estepario Gris



Hocico delator,
que busca aromas ya usurpados,
ya lejanos,
ojos candentes, apagados,
que no encuentran ese aura,
por más que la orquídea
se pasea ante mí.

Cola endurecida, miedosa,
nerviosa por saberse encerrada
y no tener salida,
pezuñas doloridas, intranquilas,
por tanto rascar
este lugar de pobredumbre.

Pelaje escabroso, maléfico,
que cautiva y a la vez da lástima
a cazadores presurosos,
dentadura inútil, diabólica,
que corrompe este cuerpo,
sabe a pudrición
y contagia microbios.

Bigotes caídos, ya no atentos,
corresponden al palpitar
de este cuerpo, apagado,
sucumbido en un altibajo
que amenaza con lograr
una marca bajo cero,
escandalosa.

Patas temblorosas, dispares.
Miembros entumecidos, luchadores.

Panza quejosa, uretra cerrada,
caminar pensante, meditativo,
no atiende al instinto
y sigue buscando idiota,
entre los muchos metros de nieve caída,
la tibia carne de esa esperanza perdida
y ya no reconoce suya
a su cueva.

Instinto de perro, débil,
sexto sentido apagado,
yace bajo toneladas de pensamientos,
bajo los pesares de sus conflictos,
si tan solo supiera volver a casa...

Es megamorfo
y no se encuentra nunca,
otorgó una parte suya
la cual escondía,
decidió mostrarla,
ahora ya no la encuentra.

La quiere,
para poder ser,
pide la traigan,
si no quieren compartirla,
la necesita.

Quisiera morder y despedazar como lobos,
pero tan sólo queda
el niño
que
fuí

contigo.


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