sábado, 15 de octubre de 2011

Lava en mis Venas (Calor y Frío)



Quizá un martilleo, quizá muchedumbre,
miles de voces se alzan, empalman,
golpean este frágil vientre.

Comienzo a ver en blanco,
comienzo a oír la nada,
mis afluentes se distorsionan
a medida que de mi lecho corroído
emana una temperatura extrema,
soy de fuego, soy de venas,
mi cerebro conspira, se calcina,
no puedo creerlo, sigo vivo.

Sufro esta fiebre de horrores,
estas horas extremas de intenso dolor.

Voces alternan, entre mi conciencia y mi yo interior,
escucho diez personas discutiendo
una y otra vez dentro de mi cabeza,
y ninguna tiene razón, ninguna concreta algo.

Todas acusan como en la vida real,
todas son tan altas, tan fuertes,
que me asusto hasta morir y me gusta.

Mi cuerpo no es mío, es de las sábanas,
me fundo a ellas en forma de transpiración,
me encuentro fundido a la realidad fuera de mí,
mientras vuelo en un espacio profundo y vasto,
pero no me detengo, no paro de dar vueltas infinitas
a velocidades que harían marear a más de uno.

Esta fiebre es eterna, es castigadora,
es mortal y es hermosa,
nunca había sentido así,
siento dolores que nunca creí que sentiría.


Frío que carcome, que rasca,
muere por entrar y corromper;
frío que como, que me empacha,
que huele a menta y sabe a chocolates.

Frío en mi placa madre y en el aire,
entumece mis dedos, los quema,
sustrae mi nariz, mis sentidos,
me envuelve en esa sábana negra
casi muerta..

Diablos corroen mi piel, me marcan con largas uñas,
empiezan con mis piernas y absorben todo
hasta llegar a mis pestañas,
siento sus risas, sus gritos de ultratumba,
sus rezos de almas perdidas,
están buscando apoderarse de mi corazón.

Corren diablos corren,
galopan vibrantes demonios
por toda mi piel y espectro,
mi mente se llena de criaturas horribles,
de gigantes cayéndose.

Piernas llenas de agua hirviendo,
no paro de moverlas
queriendo sentir que estoy vivo,
queriendo parar ya todo este dolor.

Esta fiebre me aniquila, me enferma,
esta levitación eterna
sobre mi colchón y cubrecamas.
Esta piel parece una bolsa llena de ácido
que amenaza con explotar de un momento a otro.

Dudosas pastillas, dudosos brebajes nada logran, no sirven,
como si sus creadores humanos fueran bebés de pecho
ante la astucia y perseverancia de tamaños demonios,
diablos acosando mi interior, mi entereza, mi vientre.

Ya no puedo asombrarme, ya quiero ser devuelta,
quiero respirar por la nariz
y dejar de sentir ese enorme dolor
de cabeza y de ojos
que me agobia como nunca.


Sin embargo todo ese amor está ahí, lo ocupa todo,
puedo sentirlo a pesar de esta muralla de muerte y desazón,
este amor, su calor es tan infinito
que ni la más potente de las gripes podría siquiera nublarlo.

Esta ahí, me coloca toallas tan frías y húmedas en la frente,
me entrega al sueño, trata de dormir conmigo,
me acompaña, siento que lucha conmigo.

Este amor que vence atrocidades gigantes,
que a fuerza de escudo y espada
me cobija bajo su ala de millones de plumas,
todas tan blancas como cientos de primaveras juntas.

Me mima este amor, me consiente,
este amor me conlleva, se siente divino,
este amor rivaliza con Dios.

Es tan pero tan grande,
tan pero tan magnánimo,
y solo es producto de esa persona,
ese corazón, infinitamente muchísimo más grande
que todo el amor que me da.

Ella es inmensa como el universo entero y más,
es de todos los colores y formas existentes,
esta hecha de todo lo conocido,
pero tan ordenado, tan dulce, delicado y tierno.

Es de una calidez tangible,
burlona y hermosa,
que vuelve y vuelve y mira, emociona,
duerme conmigo y en mis sueños,
sabe qué sueño y qué detesto.

Calidez que disfruta y se enoja, que siente,
calidez hermosa y que lucha aún más,
por ser ese aura de mil imágenes
que fuerza mi corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario